jueves, 6 de noviembre de 2008

Escenas limeñisimas (Chapter the second)





“Abatido entre Lima y la Herradura
El rincón de Hawai a diez kilómetros de la eterna ciudad de los burdeles)”
Luís Hernández

El semáforo cambia a verde por enésima vez y la larga hilera de automóviles empieza a avanzar pausadamente mientras el coro de bocinas chillonas se reanuda con singular ímpetu. A su lado oye a cobradores llenando vehículos atestados de soñolientos y sudorosos pasajeros. Algunos ensimismados en lecturas quema pestañas (son universitarios, piensas), otros en un sueño profundo con un hilo de viscosa saliva colgando de los labios; mamachas y taytas con bultos gigantescos y bolsas de mercado mirando maravillados, con sus ávidos ojazos de curiosos y recién venidos provincianos, los letreros de neon o los grandes edificios de transnacionales que abundan en la Javier Prado. Ve a un cobrador entablarse en un duelo verbal con un especialmente díscolo pasajero que se niega a pagar la excesiva tarifa de la empresa. Al final entre improperios y procacidades el cobrador, resignado (aun cuando sabe que “el cliente siempre tiene la razón”), accede al “capricho” del testarudo pasajero, no sin antes hacer un llamado a la buena voluntad del mismo (“ sea conciente pe’ varón”).
Ha logrado, tras muchos esfuerzos, sortear el tráfico infernal de la Javier Prado y ahora transita por la avenida Aviación. Lo mismo, abundante neon, restaurantes por doquier, la vida nocturna limeña aun esta por empezar. Son recién las ocho de la noche y la ciudad aun no termina de despertarse. Dobla en Angamos y llega a Comandante Espinar en Miraflores. Entra por Pardo y maldice. Otra larga hilera de vehículos espera el cambio de luz. Por suerte encuentra un calle perpendicular y llega a la bajada Balta. Las farolas alumbran tenuemente los costados de la calle, el club Terrazas se muestra imponente y con vida aun a esas horas. Las manos le sudan como todo el cuerpo así que decide bajar por el malecón a refrescarse un rato. En el camino se topa con acarameladas y fogosas parejas que aprovechan la posibilidad del anonimato que les otorga las calles miraflorinas. Te ríes para tus adentros, el Parque del Amor debió haber conocido tiempos mejores antes de volverse un burdelito, un troca publico. Ves, entre los árboles, a una muchacha montada sobre las piernas del muchacho quien ya empieza a desabrocharle el brassiere. Aun con la vigilancia permanente en la zona dispuesta por la municipalidad existen parroquianos que saben como darle vuelta a la ley. Doblas por el puente Villena, famoso por la cantidad de suicidios reportados diariamente en el pasado, pensó en la paradójica ubicación de ambos lugares. Uno al costado del otro, uno paraíso del amor terrenal y físico, el otro un medio para poner fin a una historia de desamor. Ahora el puente había sido techado por ordenanza del buró miraflorino obligando a los suicidas a buscar otro lugar para ponerle fin a su existencia.
Ves el mar oscuro y vivo que se confunde con la noche sin estrellas tan típica de la Lima gris. La luna refleja un camino de luz en el océano, un espectáculo ciertamente bello. Te detienes y estacionas el auto junto al parque Champagnat, cruzas la pista mirando siempre a los dos lados (no vaya a ser que algún borrachín al volante te embista y arroje tu cuerpo al mar antes de emprender la cobarde fuga), caminas unas cuadras buscando una bodega. Pudiste haberlo hecho con el auto antes de bajar por el malecón, pero ejercitar las piernas de vez en cuando no le hace mal a nadie. Entras a la bodega y pides una Cuzqueña en lata bien helada y compras un pan con hamburguesa en el carrito sanguchero de la casera. Caminas la ruta de regreso evitando consumir tu cena improvisada antes de llegar al parque.
Observas el mar, te sientes tan atraído que morirías por darte un chapuzón nocturno, aun con el riesgo de morir de hipotermia. Miras los vehículos estacionados junto a la playa, al menos ellos son más discretos que los muchachos entre los árboles. Sin embargo, esta seguro de que el pudor, en esos casos, en la oscuridad del vehiculo y lo desértico del lugar a esas horas no tiene lugar en una (casi) calurosa noche de noviembre. Levantas la vista y admiras la Cruz en el Morro, siempre brillante y bella. A un costado La Herradura vive entre luces de vehículos y las piletas iluminadas de noche contrastando con la oscuridad del balneario de La Punta al otro extremo de la Costa Verde, sumida en la total oscuridad y rodeada de la niebla smog de la ciudad.
Encesto la lata en un tacho cercano y volvió al vehiculo. Hacia tiempo que no venia aquí, claro que le hubiera encantado bajar a la playa pero no quería interrumpir los retozos, gemidos y saltos de los vehículos en acción, con caprichos nostálgicos e introspectivos de un paria errante en una ciudad que oscilaba entre la furia incandescente y el sueño eterno. Oyó el motor ronronear con suavidad y supo que el combustible estaba por acabarse. Eran casi las nueve de la noche y la ciudad estaba despertando. Atravesó el malecón sin celeridad hasta llegar a Larcomar que aun no alcanzaba el máximo punto de ebullición. Avista a los cazadores buscando a las presas de faldita a la moda bien apretada, dobla por la avenida Larco y nota el despertar de la ciudad. Más letreros de neon, muchachos eufóricos caminando hacia una prometedora noche de parra, galerías llenas de compradores y cafés con gente charlando mientras se fuman un cigarrillo. La noche recién empieza, se dice. Se siente joven de nuevo, tararea una canción que escucha en la radio y entonces los ve. Era la fogosa pareja del parque, al parecer habían terminado los previos y ahora se aventuraban a una noche de locura y pasión. Al parecer ellos no lo reconocieron porque no mostraron gesto alguno de complicidad.
El muchacho levanto la mano al aire mientras ella se acomodaba el brassiere, los cegó el resplandor de las luces frontales. Los miraste de nuevo, eran altos y espigados. Vaya suerte que tiene este chico, pensaste. El muchacho levanta el brazo más alto y dice: “¡Taxi¡

7 comentarios:

Gigi76 dijo...

jajaja q entrenido!!! jijiji felizmente era un taxi!!! jaja

Raul dijo...

¿y que pensabas que era? :/

PaZ! dijo...

no sè al principio no parecía un taxi xD

Raul dijo...

ese es el chiste pues¡ el efecto sorpresa xD

gafer dijo...

miraflores (l)
oie pero x ahi no hay ninguna casera que venda pan con hamburguesa :P..

Raul dijo...

jaja esa es parte de la ficcion pues :P

gafer dijo...

pero desprestigias a miraflores pues xD