viernes, 29 de mayo de 2009

La medianoche del Nacional: Iron Maiden en Lima (Chapter the second)


“Running, scrambling, flying,
Rolling, turning, diving, going in again”
Steven Harris

Jorge quería comprar un polo. A tres metros nuestro un chico alto, espigado, pelucón, despeinado y notoriamente metalero ofrecía su mercancía a viva voz. Decidí comprarme uno yo también. Quizá así podría pasar encaletado entre tanto atolondrado y hardcore fan enamorado. Le pagamos treinta soles por las dos prendas y él nos devolvió el cambio agradecido, mientras comentaba que ya podría empezar a buscar una entrada y entrar al estadio lo más pronto posible. Extendí la prenda ante mis ojos para examinarla en su totalidad. El pecho mostraba las palabras IRON MAIDEN en llamativo escarlata y bajo ellas, un cráneo con casco militar parecía flotar sobre dos metralletas blancas con fondo salpicado de sangre roja a borbotones y con la consigna “A matter of life and death” como atractivo secundario; mientras que atrás rezaba “Somewhere back in world time (el nombre de la gira, al parecer), 26 de marzo del 2009. Lima – Perú”. Jorge se sacó el polo que llevaba puesto y se cambio rápidamente en plena calle. Yo conservé mi prenda en la mano mientras pasábamos los primeros chequeos de seguridad del Estadio, y pensé en la frase impresa “Un asunto de vida y muerte”, mientras subía las escaleras de la Tribuna, aún temblando de miedo por la locura que estaba a punto de cometer.
Un mar negro, eso es lo que era el Estadio Nacional en ese momento. Cientos de fans con las prendas de oscuras de rigor, sentados en el césped del maltratado campo. Arriba, en Tribuna Norte, se vivía un ambiente muy similar al de las zonas de stand up. El alcohol, tabaco y la marihuana se repartían por doquier sin restricción alguna. Tres escalones más abajo un grupo de metaleros cuarentones se bañaba literalmente en cerveza cristal, mientras celebraban jubilosos la ya inminente y pronta llegada del show de la Dama de Hierro en unas pocas horas. Uno se había sacado el polo intentando bailar frenéticamente a lo Van Kilmer haciendo de Jim Morrison en la película de Oliver Stone. La gracia le costó una estrepitosa caída sobre un cúmulo de latas regadas en el suelo. Las risas no demoraron en llegar. El tipo ya estaba definitivamente camino a la falta de conciencia siendo apenas las seis de la tarde. Pero lo que realmente me dejó atónito fue ver a una orgullosa madre con su retoño de unos tres años en brazos, el cual tenía una larguísima y enmarañada melena negra que le tapaba la mitad de la cara y vestía una versión miniatura de los polos que todos tenían puestos, siempre con la imagen de Eddie con un fusil o la bandera de Gran Bretaña siendo ondeada triunfalmente.
Al cabo de una hora, el Estadio estaba ya a punto de llenarse. Los palcos rebosaban de gente y Run to the hills recibía cada vez más grupos de fanáticos. The Trooper, la zona más cercana al escenario ya no podía albergar ni siquiera un alfiler y 2 minutes to midnight calentaba las voces practicando porras al azar. Las luces se apagaron unos minutos después M.A.S.A.C.R.E apareció en el escenario entre vítores y miradas algo escépticas por parte de algunos fanáticos (o al menos eso pasó en Tribuna Norte) que no cesaban de gritar: “¡MAIDEN, MAIDEN, MAIDEN!”.
¡Qué de concha de su madre es estar aquí! ¡Vamos a hacer explotar esta mierda, carajo; porque la bestia ya está en el Nacional! – Era Adrián del Águila, vocalista del grupo con su singular saludo a la audiencia metalera. De entre los cinco grupos que se les plantearon en un principio, la Dama de Hierro había depositado en este la difícil tarea de calentar a las 35 000 furiosas almas en el Estadio Nacional, cosa que cumplieron a cabalidad solo con apenas 30 minutos de show a punta de fuerza, rugidos y guitarras asesinas en potencia.