domingo, 23 de marzo de 2008

Causa tienes pinta para ser karateka... (mi primer tres dia en la universidad)/ Chapter 2


Así, después de unos minutos me encontraba descendiendo del vehiculo y caminando al costado del Mc Donald’ s de la Av. La Marina, tratando de abordar alguna combi medio vacía que me dejara al frente de mi universidad. Cuando lo hube logrado pude al fin dar un sonoro suspiro en señal de triunfo absoluto. Había sobrevivido al primer reto del día y cuando menos lo espere me encontraba caminando hacia la entrada del lugar que me acogerá los próximos cinco años.

La Pontificia Universidad Católica del Perú (si, así de largo y apoteósico es el nombre), se mostraba frente a mi con sus imponentes 419 902 metros cuadrados, sus vastos y verdes jardines, los innumerables edificios y la gran variedad de flora y fauna, compuesta principalmente por 357 Palmeras Reales, 40 000 metros cuadrados de sembrados de rosedales, una grandisima variedad de aves, varias traviesas y adorables ardillas y algunos escurridizos y pacíficos venados.

Mientras entraba me tope con un gran grupo de gente apostada sobre lo que parecía ser un gran cúmulo de papeles. Cuando gran parte de la multitud ya se había ido tome uno de esos ejemplares y lo observe detenidamente mientras caminaba por la larga avenida en dirección al Tontodromo* para luego doblar hacia la derecha en dirección al Polideportivo, (ubicado al extremo derecho del campus, al costado de el pabellón de Estudios Generales Letras) donde se daría a cabo la Bienvenida al Cachimbo PUCP 2008 - 1. En fin, resulta que lo que había tomado era el periódico de la universidad, que se distribuía semanalmente y contenía una gran variedad de interesantes artículos. Es así que mientras leía algo acerca de un insecticida en base a colillas de cigarro (que abundan por todo el campus, por cierto), me tope con Luís Carlos, un compañero del colegio, quien se encontraba sentado frente al coliseo resolviendo un crucigrama propuesto en el ejemplar que yo también tenía. Lo salude, y luego de unos minutos todos los cachimbos nos encontrábamos entrando al Polideportivo (previa repartición de bolsas que entre otras cosas contenía una agenda, una pequeña insignia, un lápiz y una monstruosa cantidad de papeles), para comenzar la ceremonia.

Ya ubicados (a Luca no se le ocurrió mejor idea que sentarnos en la primera fila), y luego de habernos encontrado con Marjorie y Walo (también del colegio), las luces se apagaron súbitamente y para nuestra “buena suerte” un grupo de chicas empezó a entonar un canto que obviamente daba inicio a una misa. Lo que me faltaba..., pensé, después de hora y media de mortal aburrimiento, otra hora más.

Veía expresiones similares en el rostro de la gente a mi alrededor (incluso en la de las autoridades de la universidad ubicadas también en la primera fila). No es que tenga algo en contra de las celebraciones litúrgicas, es solo que para este tipo de ceremonias y en especial cuando el lugar esta atestado de adolescentes entre los 17 y 19 años, algo incómodos por el insoportable sol de marzo; la solemnidad, el silencio y las homilías resultan algo bastante difícil de acatar.

La misa, como supuse, tuvo una duración de una hora exacta. Cuando el canto de salida hubo cesado, observe como varios cachimbos se levantaban y sin emitir sonido alguno se dirigían hacia la salida. Fue en ese momento cuando alguien que parecía un profesor, subió al estrado e invito a los “fugitivos” a volver a sus ubicaciones ya que, según el, habían preparado una sorpresa y que si se retiraban en ese momento se arrepentirían “de por vida.”

Causa tienes pinta para ser karateka... (mi primer dia en la universidad)/ Chapter 1


La alarma sonó intempestivamente y rompió el apacible silencio matutino que precedía al usual tumulto del primer día de clases de un cachimbo. Pero en este caso el cachimbo amanecía pelucón, despeinado, ojeroso y sin haber hecho preparativo alguno (entiendase por desempolvar la mochila, buscar un cuaderno y planchar la ropa) en la víspera de tamaño acontecimiento en la vida de una persona. (demasiado normal, en este caso).

Me levante maldiciendo entre dientes, tropecé con algo y me golpee el pulgar del pie izquierdo, maldije de nuevo. Salí de mi cuarto y encontré a mi madre en la cocina, la salude y me dirigí hacia la ventana que daba a la calle. Todavía estaba oscuro, las luces de las farolas que iluminaban la aun desierta calle titilaban a lo lejos y las vecinas cuarentonas de siempre empezaban a salir forradas con sus mallas y fajas a realizar el recorrido diario y casi religioso alrededor de la alameda adyacente a la avenida Pedro Miotta.

Decidí no perder más tiempo, cogi la primera muda de ropa arrugada que encontré y me metí a la ducha. Cuando abrí la llave me cayó un gran chorro de agua helada. Pensé en salir inmediatamente de ahí, nunca me acostumbre al agua infernalmente fría, ni aun en esas dos inolvidables y difíciles semanas en aquel apacible pueblito a las afueras de la ciudad de Cajamarca. Pero bueno, ese no es el quid del asunto. Salí de la ducha y me dirigí a la mesa, devore los dos panes con mermelada de higo y el vaso con jugo de papaya mientras conversaba con mis papas y cuando hube terminado, me cepille los dientes con inusual esmero. Entonces mire mi reloj y me percate que estaba cinco minutos tarde, irrumpí violentamente en mi cuarto, tome el bolsón inca, un cuaderno, la cartuchera y mi cámara; y despidiéndome rápidamente salí hecho un bólido de mi casa.

Llegando al paradero divise una unidad Chama medio vacía, mas no pude abordarla debido a que me encontraba en la acera de al frente. Fastidiado decidí cruzar la pista temerariamente sin tomar en cuenta cuan despiadados, rápidos y furiosos eran las combis asesinas a esa hora. Eran casi las ocho de la mañana y como se imaginaran el usual tráfico de nuestra “amadísima” ciudad no resultaba tan soportable que digamos.

En fin, luego de unos minutos llego un coaster bestialmente atestada de soñolientos y díscolos ciudadanos quienes me dirigieron más de una mirada llena de toda clase de insultos y malos pensamientos que se guardaban dentro de si , debido a que difícilmente uno podía respirar y emitir sonido alguno en medio de todo ese amasijo de sudoroso mar humano.

Honestamente aun no puedo creer como pude sobrevivir a los continuos empujones y los innumerables “Al fondo hay sitio, apéguense mas, sea conciente pe varón...” emitidos por el cobrador. Además, de las súbitas frenadas que sacudían a todo aquel desprevenido que no estuviera bien sujetado a alguna de las barandas y de la insoportable gama de “melodías” con ritmo inevitablemente pegajoso y con letras como “y hoy te vas”, “me enamore de ti y que” y el jodidamente infaltable “no, no rompas este embrujo, mujer”. La casi hora y treinta minutos que pase ahí fueron solo una pequeña muestra del modus vivendi al que tendría que acostumbrarme a partir de ese día. Lo bueno estaba por comenzar y cuando menos me lo imagine el carro se estaba vaciando y me encontraba casi al final de la inmensa avenida Javier Prado Oeste, entrando a la Sánchez Carrión. Faltaban poco mas de quince minutos para llegar a la avenida Universitaria y yo, finalmente, pude reposar mi ya maltratado cuerpo en un asiento personal justo detrás del cobrador.

Del Señor Impuesto y su boicot a la cultura...


¿Quién no ha ido a un concierto, al teatro o a un circo? Es obvio que la gran mayoría de nosotros ha asistido a algún espectáculo que nos ha llamado la atención. Todos nosotros gustamos del entretenimiento y la cultura, pero muchas veces nos desanimamos debido a los precios exorbitantes de las entradas. Y es que es un hecho que, a diferencia de otros países, el Perú es uno que le pone mas “trabas” al desarrollo de la cultura. Es en este contexto en el que surge el debate en torno a si se debería reducir los impuestos a este tipo de eventos.

Desde hace mucho tiempo atrás las entradas para cualquier “espectáculo público – no deportivo” incluían en sus precios una serie de arbitrios entre los cuales estaban el impuesto general (15%), Derechos de autor (10%) e IGV (19%). Por supuesto los artistas extranjeros se llevan la peor parte ya que aparte de los impuestos usuales ellos pagan un impuesto a la renta a no domiciliados (30%). He aquí la razón por la cual grandes eminencias de la música mundial se han “paseado” por toda Sudamérica “evadiendo” al Perú. (Coldplay, los Rolling Stones, U2 y Pearl Jam son solo algunos)

Y es que durante muchísimos años el Perú se ha privado de acoger a los mejores artistas del mundo hasta hace un año cuando se aprobó la Ley del Artista. Esta, entre otros muy interesantes y loables beneficios, en la cual los artistas ganaran el 60% de las remuneraciones. Sin embargo, los diferentes espectáculos de fuera aun se muestran vacilantes en el momento de firmar un contrato o hasta contemplar la posibilidad de asomarse por nuestro país. Los mas recientes visitantes fueron los Beach Boys y Roger Waters, el mítico bajista de Pink Floyd, con su show “The Dark Side of the Moon” ue aun con los grandes impuestos que se le impusieron nos regalo un espectáculo de primera calidad.

Si bien la ley fue aprobada por el ex – presidente Alejandro Toledo poco antes de quitarse la banda presidencial, los efectos aun no se dan. Los artistas al aventurarse en estas nuestras tierras extrañas muchas veces retribuyen el elevado costo del montaje con un show meramente mediocre (como en el caso de Floricienta). Asimismo, los artistas nacionales muchas veces se ven obligados a sacar de su propio bolsillo para montar un evento tan ansiado tanto por ellos como por nosotros. Todo sea por el amor al arte.

Las jóvenes semillas muchas veces no surgen debido a la falta de apoyo, como ellas recalcan. Mientras el mismo Estado y ciertos organismos e instituciones (como la Sra. Bakula y su insigne “Instituto Nacional de Censura”) no se den cuenta que mientras que piensan y vuelven a pensar cientos de contratos están siendo descartados y miles de jóvenes talentos se están desanimando a continuar la ardua (pero satisfactoria) tarea de hacer perdurar y renovar el arte peruano, es así que el cielo estará lleno de estrellas pero estas nunca compartirán su brillo con nosotros...

viernes, 21 de marzo de 2008

Betrayal butterfly (parte 2 )

“Nadie ve lo que va a pasar,
Somos ciegos al nacer...”
Pedro Suárez Vertiz

Ese fin de semana, luego de nuestro primer beso, permanecí en aquel trance “casi místico” que había iniciado el día anterior. Es tan raro como el amor te saca de tus casillas, te quita el sentido común y (perdón si hiero susceptibilidades) te vuelve tan idiota. Pareciera que causara algún tipo de retraso mental, y es que uno se acojuda tanto que comienza a escribir poemas y a componer canciones de amor (que suenan mal y nunca tiene la razón).Créanme que yo experimente todos los síntomas del mayor y mas peligroso e imperecedero de los virus en la historia de la humanidad (sí, mucho, pero mucho peor que el VIH).

Pero este no es un post que expone vituperios y oprobios en contra del amor, sino uno que busca dar cuenta de una fraudulenta y patética historia de amor de la que fui victima y de la que desgraciadamente forme parte. Una historia que para algunos puede oler a despecho, pero que tuve la necesidad de relatar, por causas que aun desconozco.

La primera semana (y los días siguientes) de aquella hipócrita relación fue un tanto difícil. Resulta que todo había sido una apuesta entre la mariposa y una de sus amigas, así que el lunes a primera hora la estaban instigando a terminar conmigo, mientras yo recibía una avalancha acerca de cómo había pasado todo ( extrañamente el chisme corrió tan rápido que ahora prácticamente, todo el colegio, incluyendo a los profes, lo sabían). Sin embargo, por motivos que se me hacen aun mas extraños no rompimos sino hasta un mes después en una insoportable tarde de verano, cuando fui a buscarla al colegio, luego del curso de subsanación de matemáticas al cual ella asistía. No me dio motivo alguno, no me dejo hablar siquiera, estábamos en la cafetería y sentía las miradas a mí alrededor, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos y emprendí la cobarde huida sin decir una palabra.

No recuerdo como ni cuando regresamos, pero fue al muy poco tiempo de lo sucedido en la cafeta, quizá cometí un gran error, no lo se, pero yo la quería y la quería tanto que solo dije si, ignorando lo que todo ello traería consigo. ¿Cómo es que hacen las mujeres para tener esa habilidad de hacer que nuestra alma este convencida que aunque pasen mil años siempre vamos a ser el gran amor de sus vidas? La verdad, se me hace muy difícil de entender...

Esos primeros meses, luego de romper por primera vez, se tornaron quizá de otro matiz. Sentí que ella al fin me era sincera, sentí sus besos mas verosímiles y sus te quiero mas profundos. Me enamore, es cierto, me enamore como un Florentino Ariza de una Fermina Daza, me sentía capaz de esperarla 51 años. 9 meses y 4 días. Me enamore como un Paris de Helena, pero en este caso Helena era el caballo de Troya, ese caballo que penetraría en mí para luego destruirme por completo. Nunca pensé que el amor doliera tanto, que fuera más fácil llegar al sol que a su corazón...

Betrayal butterfly (parte 1)

“Si eres muerte, ¿por que me das la vida?
Si eres vida, ¿por que me das la muerte?”
Manuel Gonzáles Prada
Sucedió hace exactamente un mes (sera así si la fecha de publicación de este post reze 2 de febrero del 2008). Yo, era (aun), por ese entonces, un pobre idiota que creía en promesas de amor, promesas banales y carecientes de sentido, frases absurdas que desaparecían como si se escribiesen en arena.

Ella se fue, partió a otro pistilo cual mariposa traicionera y yo fui el ratón de su ratonera. Ahora y solo ahora me doy cuenta de lo inútil de la relación de casi dos años que tuve con ella. Es verdad, todo fue una vil mentira que mantuvimos (creo yo) demasiado tiempo. Admito que la llore todo un río, pero me vino a la memoria lo que alguien cercano a mi me dijo: “En el colegio no existe el amor, todas son ilusiones”.

Nos conocimos un calido día de mayo hace tres años, uno de aquellos en donde las clases se suspendían por acuerdo unánime y silencioso por ser el ultimo día y la ultima hora de clase del primer trimestre de aquel año tan intenso. Yo, estaba sentado en el rincón mas alejado del salón con mi guitarra dándome aires de bohemio (cosa en la que me estoy convirtiendo ahora), tratando de sacar algunos acordes de los pocos que sabia de la muy cursi canción de Ubago: “A gritos de esperanza”.
No se si decir que todo fue “amor a primera vista”, sin embargo no puedo negar que había algo, algo extraño y nuevo para mi. “¿Que estas tocando?”, me pregunto Vanesa como quien no quiere la cosa. Ella, a su costado me miraba tímida y no se atrevió a hablar hasta que salimos al patio 30 minutos antes que toque el timbre de salida. “Toca esa canción, la del salón.” Así empezó todo, entre canciones y conversas de temas sin importancia iniciamos una relación de amor- odio la cual duro unos poco meses para dar paso después al pseudo enamoramiento del cual salí vilipendiado, maltrecho y agonizante.

Eran las 23: 00 horas con 50 minutos del 10 de diciembre del mismo año, la fiesta había comenzado y ella me llevo a un lugar aparte para conversar. Hablamos de tonterías por un momento y luego de un momento nos mirábamos fijamente y sin decir ni una palabra; en medio de la pista de baile y a la vista de todos los presentes. Ella se acerco mas y me dijo “Tengo que decirte algo”, a lo que yo respondí con un lacónico, “Que pasa”. “Tu me gustas mucho”, en ese momento sentí un vértigo tremendo y confieso que estuve a punto de caer de espaldas, pero solo la mire fijamente y le pregunte “¿Como se que no estas jugando conmigo como siempre lo haces?” (Merde la fregué no debí decir eso), “No se, tu dime como quiere que te lo demuestre”, entonces me arme de valor y le respondí “Bésame”. Ella me miro unos segundos, fijamente con esos ojos en donde dormía todo el universo, me tomo del cuello y me dio el beso del cual me arrepentiré mi vida entera. El mundo desapareció, solo éramos ella, yo y la fresca luna de verano sobre nosotros. Cuando termino nos abrazamos fuertemente y con las manos entrelazadas nos dispusimos a disfrutar de lo que quedaba de la fiesta.

Ese día no dormí, camino a casa me mantuve en un trance casi místico. Pensé en ella, mi “Donna Angelicatta”, ella, quien me había dado la mejor noche de mi monótona y tan conformista vida. Ella, que con el tiempo se convertiría en mi maldición y en la catástrofe que me dejaría damnificado de por vida. El huracán llevaba su nombre y yo no me daría cuenta hasta que fuese demasiado tarde...