Betrayal butterfly (parte 4)

“... y muchas veces por amor, morimos...”
Marcelo Motta

Aun no deja de sorprendente la facilidad para la mentira y la sorprendente cantidad de artimañas y demás estratagemas que escondía la mariposa (literalmente), debajo de la manga. Tanta fue su destreza, que me atrevería a decir que desarrollo (o quizás lo tuvo guardadito ahí todo el tiempo) ciertos dotes histriónicos que ya muchos quisieran poseer (y en ese “muchos” me incluyo, también).

Nuestra relación a partir de los sucesos que narre en el post anterior se caracterizo por las frecuentes discusiones (que algunos desatinados las consideran normales) y los súbitos ataques de celos que la volvían toda una loba feroz sin licencia para matar por algo que ella consideraba como su “propiedad privada”.

Conforme pasaba el tiempo, yo me volví una especie de mascota, un perro faldero con cadena que, aunque invisible resultaba imposible zafarse. Lo que hace el amor... soporte humillaciones, comentarios del tipo “como vas a estar con el” (¡por favor ¡... la pregunta esta mal formulada..., esta mejor decir... ¿como pude estar yo con ella?) y hasta amenazas de muerte ( y no estoy bromeando) por parte de su ex. Esta de mas relatar lo primero y lo segundo, por ello pasare a contarles brevemente como mi vida corrió peligro tan repentinamente.

El ex (o la pobre victima predecesora mía) y la mariposa se conocían de toda la vida. Sus familias poseían un estrecho vínculo que se sello cuando ellos dos iniciaron una relación. Lo suyo duro, si no me equivoco, casi lo mismo que lo mio. No mencionare el motivo por el que rompieron por cierto “respeto” (¿?) a ellos, pero al poco tiempo de iniciada mi relación con la mariposa traicionera, me vengo a enterar que el fulano se había vuelto un barrista de la “U” y que me andaba siguiendo los pasos, con arma y todo.

Debo confesar que en un primer momento tuve miedo. Pero la mariposa me traía tan “idiotizado” que haciéndome el muy “superhombre” me dije a mi mismo que lucharía con todo y contra todos aquellos que osaran interponerse entre ella y yo (en esta parte pueden reírse con ganas). Es así que, en unos de los primeros quinceañeros del año (cabe aclarar que estamos en el 2006, cuando estaba en cuarto de secundaria) que tomo lugar en la urbanización Los Próceres, en el populoso distrito de Surco (muy cerca donde vivían el y su sequito de malandros) la mariposa se percato que “don fulano y su pandilla” estaban reunidos en el parque adyacente al local, armados (supongo) con sus combas, lanzas y sus Colt- 45 (a lo Vito Corleone) listos para retarme a un cobarde duelo en el que ellos tenían todas las de ganar.

Era obvio que yo no era Neo, el elegido, para poder esquivar las balas, ni Son Goku para lanzarles un Kame Hame Ha y acabar con todos de una buena vez, pero si estaba claro que tendría que salir y mismo western gringo dar diez pasos hacia atrás y voltear para ver toda la película de mi vida pasar delante de mis ojos, porque como decían en aquellas antiquísimas películas del viejo oeste que solía ver con mi abuelo... “en este mundo no hay lugar para los dos...”